Nunca le pegó, pero no hace falta hacerlo para sentirse destruida moralmente. Desde que se casó había perdido sus amistades, sólo salía a comprar por las mañanas, no le dejaba tener móvil e incluso no podía casi ver a su propia familia. La situación se iba haciendo desesperada, se iba consumiendo en las manos de acero de él y aquella mujer alegre, llena de vida, se había transformado en los tres años en una triste figura casi imposible de reconocer. Ella se empezaba a dar cuenta que no podía seguir así.
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Sigue en los primeros post de diciembre.
3 comentarios:
he seguido en silencio los relatos...quizás han fallado en algo técnico de aspectos literarios (no importa nada) pero en dejarnos plasmadas la vida de estas mujeres no..un abrazo sin reparos Juan, ya sabes que cuando me escribes siempre me tienes ahí.
¿Y IX?
¿Solo IX?
Coincido con Fernando…estas “acuarelas femeninas” que pintas con palabras sencillas cautivan.
Un abrazo.
Parece claro que así ni hay quien siga.
Abrazos
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